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SÓCRATES

EL MAESTRO

 

Es indudable el gran legado de Grecia a nuestra civilización, pero si hay que destacar algún personaje griego, al que todos conocemos y del que todos sabemos algo, ese es Sócrates.

¿Quién dudaría en atribuirle la famosa frase: sólo sé que no sé nada? Menos conocida, pero también recogida en la Apología de Sócrates de Platón es la afirmación de que una vida sin examen no debe ser vivida por el hombre. Esta frase siempre me ha ayudado para comprender que tenemos que hacer “examen” de nuestros actos y, en general, de nuestra vida. Me parece imprescindible que en esta época actual, caracterizada por las prisas y por la falta de tiempo hacia nosotros mismos, nos paremos a analizar y reflexionar sobre nuestra vida diariamente. Si llegamos a dedicarnos ese tiempo, repercutirá grandemente en nuestra salud mental y corporal.

 


¿Cuál es su gran contribución a la Humanidad? Su interés por la formación del hombre a través de su propio esfuerzo. A Sócrates le preocupaba la educación (sentía tener una misión educativa entendida como servicio de Dios) y proponía el diálogo para lograrla, diálogo que conlleva la manifestación de ideas y también la escucha. Mediante preguntas y respuestas se adentraba en el interior de las personas hasta llegar al fondo de su alma, haciendo ver a los que se acercaban a él que la verdad no está fuera, sino en el interior de cada uno, y que se puede acceder a ella mediante la dialéctica, que es el discurso que el alma lleva consigo misma acerca de lo que considera.

Por tanto no hace falta ser un erudito, el “saber” está en nuestro interior. ¿Cómo podemos buscarlo? El camino está en ese diálogo con nuestro “yo” más profundo, el auténtico, el verdadero.

Sócrates insiste en la necesidad de preocuparse por el alma y no por el dinero o las demás cosas materiales. Para el filósofo griego el cuidado del alma se relaciona con el interés por el conocimiento del valor y de la verdad.

En el pensamiento socrático aparece como algo nuevo el mundo interior. El hombre no puede alcanzar la plena armonía con el ser por medio del desarrollo y la satisfacción de su naturaleza física, sino por medio del dominio completo sobre sí mismo, con arreglo a la ley que descubra indagando en su propia alma. Así, la virtud y la dicha se desplazan al interior del hombre. Este es uno de los grandes avances en la historia de la filosofía, el “bien” absoluto, el “camino” hay que buscarlo en nuestro interior.

Ana Felipe
Profesora de Griego Clásico