TRECE RAZONES PARA PRACTICAR TAI-CHI
El árbol que un hombre apenas puede
abrazar
nació de un tallo fino como un cabello.
Una torre de nueve pisos
empezó siendo un montículo de tierra.
Un viaje de mil millas
empieza con un solo paso.
Lao Tsé
El afán del ser humano por tener una vida sana y longeva no es algo nuevo
propio de nuestros tiempos. Ya en el año 2700 a.C. el legendario Emperador
Amarillo de China practicaba ejercicios basados en movimientos de ciertos
animales con el fin de mantener la salud. De él se dice que reinó durante 100
años, por tanto algo tuvo que hacer bien.
El origen y desarrollo del Tai Chi tiene lugar en el monte Wutang en la provincia
de Hupeh y se atribuye al monje taoísta Chang San-Feng allá por el siglo XIII.
Lo creó inspirado por un sueño en el cual una grulla y una serpiente se
enzarzaban en un combate por un bocado de comida. Ninguna de ellas parecía
poder vencer a la otra, puesto que cada vez que la serpiente intentaba morder a
la grulla ésta saltaba elegantemente a un lado, envolvía a la serpiente con su
ala y la apartaba; cada vez que la grulla intentaba atravesar con su pico a la
serpiente ésta se enroscaba, retrocedía y lanzaba su contraataque. Chang
San-Feng solía decir que quien practicase Tai Chi todos los días adquiriría la
flexibilidad de un niño, la fuerza de un leñador, la salud de una pantera y la
paz de mente de un sabio.
Este origen tiene mucho de leyenda, que podemos creer o no, pero las
conclusiones del maestro son hechos tangibles demostrables científicamente. No
son pocos los científicos que hoy en día reconocen los beneficios de la
práctica diaria de Tai Chi en la mejora de la osteoporosis, la estructura corporal,
la tensión arterial, la coordinación de los movimientos corporales, la
relajación de la mente y el cuerpo, etc.
Llegados a este punto, ya conocemos cuándo surge, quién lo crea y qué
beneficios tiene, pero ¿qué es en realidad? Su definición es simple: hacer Tai
Chi es respirar y moverse.
Cuando iniciamos su práctica aprendemos una coreografía de movimientos
denominada forma que suele estar compuesta por 13, 24, 37, o incluso 128
movimientos; durante la ejecución de la forma el practicante respira y se mueve
de forma coordinada manteniendo una estructura corporal correcta.
El movimiento. Principios básicos.
1. Todos los movimientos que componen la forma se ejecutan con el cuerpo
relajado y en calma, pero con la mente atenta, concentrada en ellos (caminando
como un gato, de un modo ligero y firme a la vez).
2. Imagina que estás desplazándote en el agua (de hecho, estamos inmersos en un
fluido, el aire, algo que tendemos a olvidar). Muévete y percibe el aire que te
rodea como si fuera agua.
3. Casi todos los movimientos se ejecutan de forma circular.
4. Enlaza los movimientos, el final de uno es el comienzo del siguiente;
muévete sin romper este enlace entre movimientos.
5. Todos los movimientos se ejecutan al mismo ritmo. Se puede acelerar o
ralentizar el ritmo del conjunto, pero en cada uno de los movimientos se
mantiene el ritmo. La lentitud nos permite prestar atención al movimiento con
el fin de detectar posibles errores así como mantener la mente más calmada.
6. Enraízate, percibe la tierra, nota que todo el peso de tu cuerpo va hacia
ella a través de la planta del pie; ten especial cuidado en que no se quede
preso en la cadera, en la rodilla, o en el tobillo.
7. La cabeza y los brazos se mueven como parte del cuerpo y no de forma
independiente. La cabeza debe estar erguida, como si intentases mantener un
libro en equilibrio sobre ella, los brazos relajados pero con el tono
necesario.
8. Cuando ejecutes los movimientos mantén la mente en ellos, en su correcta
ejecución, no te distraigas con otros pensamientos.
La respiración. Principios básicos
1. La respiración ha de estar coordinada con el movimiento: mantén la lengua
pegada al paladar, la boca cerrada y la mandíbula relajada. Cuando flexiones
los brazos, los lleves hacia atrás o hacia abajo, inhala el aire por la nariz,
despacio, sin prisas, como si estuvieras oliendo tu perfume favorito; cuando
extiendas los brazos hacia delante o hacia arriba, expulsa el aire por la nariz
de igual forma.
2. El aire ha de llenar el bajo vientre, si notas que el pecho o el estómago se
hinchan, algo va mal.
3. En lo que a respirar se refiere no hay más reglas pero, recuerda, la
respiración no es algo trivial, tómatelo con calma.
La estructura corporal. Principios básicos
La posición corporal es fundamental en la práctica del Tai Chi. Hemos de tener
especial cuidado en situar cada una de las partes que componen nuestro
esqueleto en el lugar correcto, de forma que nuestro cuerpo adquiera una
posición equilibrada y erguida, que se halle muy enraizada con la tierra pero
elevándose hacia el cielo, como si la persona fuese la línea que conecta a los
dos. Podemos sentirnos como un árbol, con las raíces penetrando la tierra,
sujetándose a ella, pero que se expande de forma flexible hacia afuera y hacia
arriba buscando la luz que procede del cielo.
El practicante de Tai Chi debe sentir que sus extremidades inferiores,
incluyendo caderas, pelvis y abdomen, son poderosas extensiones que se
entierran y emergen de las profundidades de la tierra.
La columna vertebral se mantiene recta, como si algo la sostuviera desde dentro
y hacia arriba; de esta forma se produce una extensión natural del cuello que
ha de prolongarse hacia la coronilla provocando que la barbilla descienda de
forma natural. La base de la columna se descarga hacia abajo como si de un
péndulo se tratase.
Los hombros se aflojan soltándose del pecho y del tronco superior (nunca deben
elevarse durante la ejecución de la forma). En sucesión natural se aflojan los
brazos, las manos, las palmas, y los dedos; aflojar no es dejarlos inertes (los
antiguos maestros decían que no somos ganchos de colgar carne), hay que
mantener el tono justo, lo que sólo se alcanza con la práctica. Es preciso
eliminar completamente la tensión y la rigidez, de forma que podamos palpar el
ambiente como si de agua se tratara. De forma simultánea, el estado mental debe
ser de alerta, aunque sin tensión, y tranquilo, pero sin letargo, abarcando con
nuestra mirada todo nuestro alrededor.
¿Parece complicado? Los primeros días te sentirás como un elefante en una
cacharrería, pero enseguida comenzarás a sentir los beneficios de la práctica:
quizás mejore tu equilibrio, quizás tu respiración se haga más pausada, quizás
mejore tu estado de ánimo. Si no es así, no te preocupes, sigue practicando, no
dejes de hacerlo ni un solo día, persevera, siempre hay un momento para hacer
un par de movimientos o practicar la respiración de forma correcta mientras
paseas.
Cada vez que haces la forma algo queda, se va acumulando poco a poco, hasta
que, en su momento, adquiere un sentido completo y coherente. Alguien dijo que
el elemento esencial de todo viaje es el camino y no el destino, pues eso,
aprende un poco cada día, de forma paciente pero sin pausa, disfruta de cada
día de práctica y no pares de buscar aquello que la mejore, siempre encontrarás
una razón para no dejar de practicar y si algún día llegas al destino del viaje
pues ¡miel sobre hojuelas!
Francisco Vigo Bustos
Profesor de la UCLM