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CURAR CON ARCILLA

 

Este artículo parte de una experiencia concreta: el tratamiento con arcilla de los talones totalmente ulcerados de una persona de 99 años que quedaron completamente curados.

Encontré un libro llamado La medicina natural al alcance de todos , que explicaba los tratamientos a base de agua y barro (arcilla). Tras una lectura atenta llegué a la conclusión de que este procedimiento podría resultarme muy útil para el problema descrito.

En el libro se indica que el objetivo que perseguimos es favorecer la obra de la naturaleza que procura siempre la cicatrización de toda lesión. El barro es el bálsamo que restablecerá la normalidad de los tejidos lesionados, tanto en el interior del cuerpo como en el exterior. No sólo extrae lo pernicioso de las heridas, tumores, eccemas, erupciones etc., sino que vitaliza los tejidos enfermos, descongestionándolos, normalizando la circulación de la sangre en ellos, y proporcionando a las células las fuerzas misteriosas que la tierra posee como acumulador de energías del sol, magnéticas, eléctricas…

La tierra es un misterioso laboratorio de vida, ella jamás es agente de muerte pues está destinada a recibir en su seno cuanto se destruye y muere, para transformarlo en nuevos elementos de vida orgánica.


Las principales propiedades del barro son su poder para desinflamar, descongestionar, cicatrizar, calmar, absorber, refrescar, y desinfectar. Es el elemento más poderoso que posee la tierra para heridas o contusiones, recientes o antiguas. En el barro están unidos los dos agentes generadores de la vida orgánica: la tierra y el agua. La unión de estos dos agentes hace prosperar todo lo que posee germen de vida y destruye y descompone la materia muerta para transformarla en elementos nuevos de vida.
La arcilla tiene que estar limpia, libre de granos o cuerpos extraños, y no importa su color (rojo, verde u otro). Se puede adquirir en herboristerías, pero personalmente prefiero ir al campo a cogerla porque la utilizo en cantidades considerables.
La arcilla de herboristería, como viene molida, se puede preparar al momento. Para ello se coloca en una vasija de cristal o de barro –nunca de metal o plástico-; se le añade agua embotellada –el agua del grifo está tratada con cloro y no sirve-; se mezcla con un utensilio que sea de madera y, una vez que queda la pasta con la consistencia adecuada, se coloca sobre la lesión. La arcilla que recojo en el campo la pongo en una vasija y la dejo reposar unas tres horas para que se deshagan bien los terrones (incluso, a veces, la preparo la noche anterior). En este caso, en lugar de mezclarla con la paleta de madera, lo hago con las manos para comprobar que no tiene ninguna piedrecita.

Se aplica una capa de 5 milímetros a 1 centímetro de espesor directamente en la zona afectada, con la paleta o la mano. También se puede colocar en una gasa y ésta en la herida. Después se sujeta con una tela o venda. Esta operación ser repite dos o tres veces durante el día. Hay que señalar que el barro debe estar húmedo y que si se
seca o se resquebraja no es efectivo.

Los primeros días de tratamiento da la impresión de que la úlcera empeora en vez de mejorar. Esto es debido a la capacidad de absorción de la arcilla que atrae todo lo negro y putrefacto. Por ello la capa debe ser más fina al principio. A veces se producen erupciones y picazón en la piel por la acción del barro. En vez de alarmarnos, debemos considerarlo como la benéfica eliminación de materias malsanas.


En el tratamiento concreto al que me refiero al principio de este artículo, una vez realizado todo el proceso anteriormente descrito, utilicé también fenogreco. Se trata de una semilla leguminosa que está considerado como el mejor purificador para heridas corrompidas. Las impurezas del cuerpo buscan salida por las heridas putrefactas manteniendo la supuración y dificultando la cicatrización de las lesiones. Por eso, para que la herida quedara limpia, al principio apliqué por la noche fenogreco.
El fenogreco en grano se machaca y cuece con un poco de agua hasta que queda como una pasta. Se pone una capa fina en una gasa y se coloca sobre la úlcera. Debe mantenerse durante toda la noche. Por la mañana se limpia la úlcera y se aplica el barro.

Al cabo de casi dos meses empezaron a aparecer zonas más limpias y el tejido afectado comenzó a recuperar su color natural y a supurar menos. Entonces dejé de aplicar fenogreco por las noches y continué con la aplicación de la arcilla durante el día. En algo más de tres meses la úlcera se cerró completamente. No quedó ninguna señal ni cicatriz.

Bibliografía.

La medicina natural al alcance de todos. Lezaeta Acharán, Manuel (1989), Buenos Aires, Editorial Kier.

 

Ángeles Caerols

Auxiliar Técnico Educativa jubilada.

 

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